El primer consejo importante cuando adquieres un perro o gato, es llevarlo a un veterinario y colocarle un chip identificativo. Bueno, en realidad, este no es sólo un consejo, sino que es una obligación. Con ello pretende fomentarse una tenencia responsable de animales y poder identificar a un animal, y a su dueño, en caso de extraviarse o de que fuera robado.

A partir de los dos meses de edad, cualquier perro puede, y debe llevar, ya el chip.

Cómo es y cómo funciona

Este pequeño dispositivo electrónico, que tiene el tamaño de un grano de arroz, lo debe colocar siempre un veterinario autorizado. Es indoloro y habitúa a ponerse en el lado izquierdo de su cuello, permitiendo la identificación del animal gracias a un lector de chips que, lo primero, nos confirma si el perro lleva, o no, un chip implantado. Y, en el caso de llevarlo, nos permite leer el número grabado en el microchip. Este número, es un código, único y particular, formado por una serie de 15 dígitos. Sería semejante al DNI en las personas, pero implantando en la piel.

Toda la información está registrada en la base de datos de cada comunidad autónoma: Nombre del propietario, dirección y teléfono. Para poder localizarle y ponerse en contacto con él en caso de que el perro hubiera sido robado o se hubiese perdido, y sea recogido por la policía o por el servicio de alguna una protectora de animales. Por ello, es importante mantener actualizados siempre todos los datos.

Otra opción, como añadido y para complementar el uso del chip, es colocarle también una chapa identificativa en el collar. (Sólo en el caso de los perros, a los gatos nunca se les debe poner collar) En la cual este grabado su nombre y un teléfono de contacto. Resulta una manera muy rápida y accesible para que cualquier persona particular pueda ponerse en contacto directo con el dueño, sin tener que acudir a la policía, al veterinario o protectora.

Como ves, el uso del chip, paralelamente a cualquier ley o a cualquier multa, es necesario, práctico y ofrece una gran ventaja.