María Pinilla Oyón

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Entrevista a Juan Ignacio Codina. Autor del libro: Pan y toros

Foto de portada: Juan Ignacio Codina. Libro Pan y toros

Juan Ignacio Codina es todo un señor. De esos de los cuales, si se volviera a escribir un libro similar a Pan y toros. Breve historia del antitaurinismo español (Plaza y Valdés, 2018), él mismo aparecería nombrado entre los importantes e ilustres antitaurinos de la historia de España.
Codina, que es licenciado en Ciencias de la Información y doctor en Historia Contemporánea (ahí es nada), presentará Pan y Toros en la librería pamplonesa Katakrak el próximo 16 de mayo. Con motivo de su próxima presencia en Navarra, hemos charlado con él acerca de su trabajo.

Comencemos

De antitaurina a antitaurino, esta entrevista la recibo como una buena conversación entre amigos. Y, como tal, la tomaré como un diálogo reflexivo entre ambos. Del mismo modo, que no te trataré de usted, como ya me pediste en una ocasión.

Te seré sincera, tu libro me ha resultado muy interesante y todo un repaso a la cultura y no cultura de nuestro país. Me ha encantado, su ironía y su humor inteligente. Pero ha habido momentos en los que no he podido más que sentir rabia ante el relato de ciertas prácticas salvajes que se realizaban y que aún se realizan. Mucha gente solo ve unas banderillas clavadas y un toro muerto, pero no es consciente de todo lo que hay detrás ¿Crees que en la sociedad falta mucha información acerca del lobby de la tauromaquia?

Sin duda creo que falta información al respecto tanto de lo que se esconde detrás de la industria taurina como de la propia historia del antitaurinismo español. Y es necesario conocer tanto lo uno como lo otro. Ese es el sentido de Pan y Toros. Era necesario que el antitaurinismo español se pusiera en valor y se diese a conocer, en la medida que el conocimiento es lo único que nos separa de la manipulación histórica a la que, tradicionalmente, nos han sometido los taurinos, quienes, de hecho, lo siguen haciendo hoy en día. En este sentido, el objetivo del libro es el de intentar servir de herramienta para poner un humilde granito de arena en la lucha contra la barbarie taurina. El antitaurinismo español es una tradición histórica muy antigua, importante y rica, cuyos primeros vestigios se remontan al siglo XIII. Esto evidencia lo arraigado que está en nuestra cultura.

Hablas de que estamos en el lado correcto, sin ninguna duda. Opino lo mismo. El bien o el mal; el hacer sufrir, de forma innecesaria, o el no hacer sufrir; matar por diversión o no matar… ¿Por qué otros no lo ven? 

Una de las cosas que más sorprenderá a los lectores de Pan y Toros es que, desde hace cinco o seis siglos, el antitaurinismo español se fundamenta una y otra vez en las mismas denuncias ante la barbarie taurina, y una de ellas, la más importante, es que no puede ser que el sufrimiento y la muerte de un toro sean tenidos como diversión, espectáculo o entretenimiento. En Pan y Toros analizo todas estas y otras cuestiones. Muchos de los hallazgos logrados en mi investigación van a sorprender mucho. Aunque lo expuesto en el libro también indignará, ya que resulta inverosímil que nuestro país haya evolucionado positivamente en tantas cosas y que, sin embargo, hoy en día sigamos teniendo que enfrentarnos, como ya hicieron nuestros ilustres antepasados hace varios siglos, a la barbarie taurina.

En tu libro nos presentas a muchos personajes antitaurinos a lo largo de la historia (tanto hombres como mujeres) ¿Con cuál de ellos te identificas más?

Es difícil de decir, pero te señalaría al militar ilustrado José Vargas Ponce (Cádiz, 1760 -Madrid, 1821), capitán de Fragata, escritor, cartógrafo, erudito…, y que llegó a dirigir en dos ocasiones la Real Academia de la Historia. Este hombre, a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, escribió uno de los libros antitaurinos más importantes de la historia: Disertación sobre las corridas de toros. Su trabajo tuvo un inmenso valor pues, por primera vez en la historia de nuestro país, alguien recogía y catalogaba el antitaurinismo español hasta aquella fecha. Sin duda es uno de los personajes más valientes y admirables, y que más furibundos ataques ha recibido por parte de los taurinos, quienes nunca le perdonaron que afrontara la creación de este trabajo tan importante para el antitaurinismo español.

Dices que «la tauromaquia se disfraza de fiesta». Y así es, de fiesta, de música, de borracheras, bailes y luces de colores. Cuando ya solo eso bastaría para divertirse. Seguramente si cambiásemos a ese toro agonizante y mugiendo de dolor (aunque con tanto alboroto no se pueda oír) por un payaso en la arena haciendo malabares, pocos se darían cuenta… ¿Qué les dirías a aquellas personas que sólo van por el ambiente?

A lo largo de la historia existen numerosas voces que celebran los elementos más festivos y visuales de la tauromaquia. El ambiente en la plaza, el sol, la vestimenta del público, el colorido, los sonidos, la música… pero, al mismo tiempo, en cuanto el toro es obligado a salir al ruedo y aparece la barbarie, la sangre, el dolor, entonces reniegan de la tauromaquia. Emilia Pardo Bazán es uno de estos personajes, pero hay más. Al final concluyen que nada, ni el ambiente ni el colorido ni los elementos estéticos, pueden esconder o justificar que la corrida se centra en dos cuestiones: un hombre se pone en peligro y un toro es martirizado hasta la muerte. Y ambas cosas por mera diversión. No existe ningún elemento ambiental o estético que pueda justificar esta crueldad.

Sinceramente, no me gusta usar las palabras con un prefijo «anti-». No sé si me explico, mientras la palabra taurino se nos presenta en positivo. La palabra antitaurino (que es lo que somos) es una negación, un contra, de esta primera. ¿Me ayudarías o tienes alguna palabra con la que se nos pudiera denominar mejor y con más personalidad?

Entiendo la cuestión. El término antitaurinismo existe desde hace varios siglos. Yo me lo he encontrado en periódicos ilustrados de comienzos del siglo XIX. En concreto, en 1803 aparece en un periódico la palabra “anti-torero” refiriéndose al antitaurinismo. A mí es una cuestión que no me preocupa en exceso, puesto que en este caso el prefijo “anti” supone estar en contra de la muerte, de la barbarie, de la ignorancia… Tampoco me importaría que me llamaran antibelicista o antifascista, por poner un ejemplo. Como digo, entiendo el debate, y hay muchas personas que se quejan de esta cuestión. En todo caso, bajo mi modesta opinión, no podemos perder el tiempo quedándonos en la discusión superficial de usar una u otra denominación, creo que haríamos un flaco favor a nuestra lucha en pos de la vida, de la paz y de la civilización. Considero que debemos sentirnos muy orgullosos de ser antitaurinos, puesto que, como digo, personajes de la talla de Santiago Ramón y Cajal, Modesto Lafuente o Joaquín Costa, entre muchísimos otros, fueron antitaurinos y no se escondieron.

Continuemos

Las leyes de protección animal solo excluyen a toros y a becerros de ser torturados, y quizás, lo que más duele, es que este acto sea público. Heridos, humillados y agonizando ante la gente que mira sin hacer nada o que lo usa como medio para divertirse. Si, está demostrado por la historia, que intentar abolirlo de un plumazo no sirve ¿Qué otra táctica podemos usar?

Los datos oficiales indican que el número de festejos taurinos y el público que asiste a ellos están disminuyendo. ¿Quiere esto decir que la tauromaquia está cerca de su fin? Yo no lo creo. Además, soy contrario a las euforias. Quiero decir que, para ver el final de la tauromaquia, todavía nos queda un camino largo lleno de dificultades. Debemos seguir denunciando que un entretenimiento, en pleno siglo XXI, no puede fundamentarse en el sufrimiento, la tortura y la muerte de un ser vivo, y tendrá que ser la propia sociedad española la que se lo haga ver a los legisladores si estos no reaccionan convenientemente. Pero, volviendo a tu pregunta, para empezar a acabar con la tauromaquia el primer paso debería consistir en la prohibición de que los espectáculos taurinos fueran subvencionados, como sucede hoy en día, con fondos públicos. En mi opinión, la tauromaquia no tardaría en desaparecer, o quedaría como algo muy residual, si fuéramos capaces de retirarle los millones de euros que, de una manera directa o indirecta, recibe anualmente de las arcas públicas.

Dices que «la verdad hace daño y molesta». Precisamente, hay otra frase que dice: «Si los perros ladran, Sancho, es señal de que cabalgamos». ¿Opinas igual? ¿Existe una «acción-reacción»? Cuanto más protestan los taurinos, cuanto más se blindan las leyes  y cuanto más se toman la molestia de respondernos ¿Crees que es porque realmente avanzamos?

No me cabe duda. El antitaurinismo está creciendo social y políticamente. Somos una amenaza evidente y de ahí que desde la industria y el lobby taurino hayan realizado estratégicos movimientos para blindar constitucionalmente las corridas, con el apoyo de los dos grandes partidos políticos de nuestro tiempo. Y esto no va a detenerse aquí. Creo que la industria taurina, a medida que se vaya viendo cada vez más amenazada, nos mostrará su verdadera faz, sus garras. No van a consentir que la tauromaquia desaparezca, pero por eso mismo debemos redoblar nuestros esfuerzos. Este combate contra la fiereza y la barbarie lo vamos a ganar con conocimiento, cultura y progreso.

Estoy segura de que muchos antitaurinos y gente que defendemos los derechos de los animales habrán comprado tu libro. Pero lo que sería realmente práctico, es que fueran los taurinos y esas personas neutrales quienes lo leyeran ¿Crees que alguno de ellos lo habrá adquirido?

Me imagino que no, la verdad. He sido objeto de críticas y de ataques por parte de los taurinos, pero de ninguno que se haya leído el libro. Yo estoy encantado de debatir con los datos encima de la mesa, pero al parecer a ellos no les interesa, porque tienen las de perder. Prefieren insultar, que es lo que llevan haciendo muchos siglos. En todo caso los datos y los hechos no son objeto de debate. Pero es que los taurinos ni siquiera respetan los hechos, y se inclinan por el insulto y el ataque furibundo. Es una lástima pero lo cierto es que yo no me esperaba otra cosa. No hay ni un solo taurino que lea el libro y que no pueda decir: anda, pues tiene razón.

Fernando VII, todo un lumbreras, fue el fiel reflejo de las políticas del Pan y toros. De él cuentas que no solo cerró universidades mientras abría escuelas de tauromaquia, sino que reinstauró la Inquisición. A día de hoy, ¿Quién podría ser la viva reencarnación de este personaje?

Lamentablemente las políticas del Pan y toros, el fomento público de la tauromaquia mientras se desatiende la educación, sigue muy vigente hoy en día. Estamos a punto de ver cómo toreros se van a sentar en el Congreso de los Diputados o en el Senado, algo que ni el absolutista Fernando VII se hubiera imaginado. Es triste comprobar cómo algunos partidos políticos nos están retrotrayendo varios siglos atrás en el tiempo. Si por ellos fuera, seguiríamos en el siglo XVI. No les interesa una sociedad culta e ilustrada, sino un pueblo bruto e ignorante, que sea más manipulable. Esta es la esencia de las políticas del Pan y toros. Y, ahora, como digo, la barbarie taurina se va a sentar en la sede de la soberanía popular. Esto es una ignominia que no sucede en ningún país que se las dé de culto y de civilizado.

Para terminar

Como dices en tu libro: intereses políticos, económicos y la fuerza de la costumbre. La tauromaquia cuenta con un gran poder de fondo. Pero yo soy de las que piensan que, tarde o temprano, el mundo de los toros caerá por su propio peso. Pero nos necesitan para que sea lo antes posible. ¿Mantienes también esa esperanza?

Sin duda. Antes he comentado que soy enemigo de las euforias, pero eso no obsta para que tenga la esperanza de poder ver el fin de la barbarie taurina en cualquiera de sus manifestaciones. Todos los movimientos sociales que han logrado los más importantes cambios en la historia se han fundamentado en la esperanza, la esperanza de un mundo mejor, más justo e igualitario. Y el nuestro también. Así que nos ha de mover la esperanza, pero también la determinación, el rigor y la constancia.

Martin Luther King decía que «no se podía acabar con la violencia con más violencia» ¿Crees que debemos dar ejemplo? ¿Qué mensaje le enviarías a esas personas que usan el insulto y las malas formas para defender nuestra causa? Yo creo que para contestar mal siempre hay tiempo y que la violencia hay que dejársela a ellos.

No soy en absoluto partidario del insulto ni de la provocación. Creo que las formas no nos pueden hacer perder el fondo de nuestro mensaje. Debemos ser conscientes de que, como individuos, cuando nos expresamos en las redes sociales, o cuando actuamos en otros ámbitos de nuestras vidas, si lo hacemos como antitaurinos estamos representando a algo, a un movimiento, a una corriente, mucho más importante que nosotros mismos. Por tanto, creo que falta humildad. Antes de hablar o de actuar deberíamos pensar no en nuestra propia satisfacción o desahogo, sino en si nuestras palabras o actos van a beneficiar o a perjudicar a nuestra causa. La causa debe estar por encima de las individualidades, y eso, lamentablemente, no todo el mundo es capaz de entenderlo.

Te voy a ser franca, de adolescente fui, por primera y última vez, a una corrida de toros en las fiestas de mi localidad. Por aquello de que vas al sol, de que de la corrida ni siquiera te enteras… y al segundo toro me marché. Qué quieres que te diga, a mí los ojos se me fueron a ese toro que sangraba, que caía agotado y que luego se llevaban arrastrando. Me causó un rechazo impresionante. Así que puedo hablar con conocimiento de causa. Además la gente de mi alrededor gritaba y abucheaba al torero. Yo pensaba: «¿Y para eso vais?».

El público abuchea al torero, al toro, al picador y a todo lo que haga falta con tal de divertirse. Verás, esto ya lo denunciaba el escritor valenciano Vicente Blasco Ibáñez cuando decía que, en una corrida, la única bestia que esté presente es el público. Otro pensador, en este caso el asturiano Pérez de Ayala, reflexiona acerca del público taurino y defiende que solo acude a la plaza porque sabe que va a contemplar un espectáculo real, no una simple obra de teatro. Así que el público taurino sabe que paga su entrada por ver sangre, riesgo y muerte, y no solo la del toro, sino también la del torero, que puede quedar malherido o incluso morir. Siempre me ha llamado la atención que, cuando un torero es cogido por el toro, el espectáculo no se da por finalizado, sino que sale otro torero y se sigue con la fiesta como si nada. Esto es inaudito y evidencia la barbarie en la que se fundamenta el misterio taurino.

 

Muchas gracias, Juan.
Nos vemos muy pronto en Pamplona.

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